Dia 14: Koyasan, templos y cementerio
Aunque habíamos dicho que queríamos desayunar a las 7, a las 6:30 llamaron a la puerta. Estábamos todavía muy sobados. A la tercera vez que llamaron (Ohayo Gozaimasu!!) dijimos un Chotto Mate y salimos del futón y nos pusimos los yukatas rápidamente. Unten entró para retirarnos los futones y arreglar la habitación. Luego comenzaron a traernos el desayuno, entre ella y Kendo-sama (le llamamos así porque nos contó una historia sobre porqué se sentaban los samuráis como se sentaban y porqué dejaban la katana a un lado u a otro según si hablaban con un superior o no).
El desayuno fue bastante horrible, donde descubrimos por primera vez lo que coloquialmente llamamos lefa de mono, una sustancia blanca de textura horrorosa y sabor sólo ligeramente mejor que invadía el plato principal (que estaba sobre el fuego en un papel que no sabemos porqué no se quema). Además la sopa de miso incluía una especie de algas en forma de pelos, con un olor horrible, que pasaron a llamarse pelos de coño de Unten. Empezamos a echar de menos nuestros desayunos de Meron Pan y Vanhuten Kokoa (el desayuno de los campeones).
Así que antes de las 8 ya estábamos fuera de visita por Koyasan. Está absolutamente repleta de templos budistas por todos lados, la gran mayoría aún en funcionamiento, así que no era raro cruzarnos con monjes rezando por doquier. En primer lugar fuimos al Templo Kongobuji, el digamos templo principal del Budismo Shingon-shu, y la verdad que era impresionante por dentro. Habitaciones al estilo antiguo japonés llenas de grabados espectaculares y unos jardines interiores impresionantes. Especialmente nos gustó el jardín de roca, un jardín de
Al llegar a una gran sala de tatami y alfombras rojas nos dieron un te que podíamos tomar allí (esta sala era donde el monje principal recibía las visitas). Bueno, ya veréis las fotos.
A continuación fuimos a una explanada llena de templos donde nos tiramos más de una hora echando fotos. Estaba presidida por uno especialmente espectacular, llamado Konpon Daito (en panocho, algo grande del copón, posiblemente). Por fuera era preciosa, pero es que dentro nos dejó con la boca abierta, llena de columnas pintadas y varias estatuas doradas de
Cerca de allí había una pequeña tienda de recuerdos llevada por un monje budista, donde vendían amuletos.
Compramos algunos para regalar, ya fueran de la suerte, para los estudios, para que no sequé espíritu ocupara tu lugar cuando te fuera a pasar algo malo, vamos, había hasta para conducir, pero ningún amuleto nos iba a salvar si nos la teníamos que dar con el coche.
Luego fuimos al extremo de Koyasan hasta un tori enorme que preside la entrada de la ciudad, llamado Daimon (literalmente puerta grande). Al menos tenía
Ya se nos había hecho la hora de comer y como, por suerte, la comida no iba incluida en el Ryokan, aprovechamos el agua caliente que nos ponían para tomar té para prepararnos unos boles de ramen con unas típicas fantas y coca colas. Descansamos un poco, dimos unas vueltas por las tiendas de Koyasan, y partimos a eso de las 5 hacía el famoso cementerio de Koyasan.
El cementerio era acojonante, en medio de un bosque, con todas las lápidas de piedra cubiertas de musgo, y figuras impresionantes. Era gigantesco, el camino principal tenía
En una ocasión que nos estábamos desviando por un sendero que se adentraba mucho por el bosque (y que luego llevaba al otro lado, donde estaba el cementerio nuevo del pueblo) nos pusieron banda sonora (no preguntéis como, pero de repente comenzó a escucharse una música típica de película de terror) y para colmo un jabalí nos pegó un buen susto. De todos modos el animal verdaderamente peligroso del cementerio eran los mosquitos elefante chupasangres. No te dejaban en paz ni a la de 3 y si te parabas un instante tenías 50 encima.
La mayoría de las tumbas parecían ser de budistas o de gente importante (algún monje al pasar parecía molesto de que nos hicieramos fotos allí), y lo realmente curioso eran las de niños, que la gente las había cubierto con mil baberos y gorritos de color rojo en su mayoría. En algunas quedaba bastante tétrico. Tras una hora aproximadamente llegamos al final del cementerio donde habían unos mausoleos y unos templos con mil faroles colgando del tejado. Tampoco dejaban hacer fotos allí, pero de todos modos llegamos cuando ya estaban cerrándolo todo, así que no pudimos ver los interiores.
Teníamos el tiempo justo para volver al Ryokan a tiempo para la cena, así que allá nos fuimos. Como siempre Unten y Kendo-sama nos sirvieron la cena, y para no hacerla respetable como la del día anterior, incluía pelos de coño y lefa de mono. Además que ya en este momento estábamos de tofu hasta las cejas, ya que lo ponían en todas las comidas en gran cantidad. En esta cena es que ya parecía que levantaras lo que levantaras había tofu debajo.
Como nos tocaba viajar al día siguiente, nos acostamos bastante temprano, sobre todo Neovan, fr0d0 se quedó un rato leyendo y Ryotaro escribiendo alguna entrada para este blog para cuando pudiéramos subirlas. Al día siguiente tocaba Kyoto.
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